Las cosas que puede llegar a hacer un hincha para ver a sus ídolos son incontables. Y muchas veces, hasta ilógicas. Esta es una historia muy particular, donde el amor por los colores y el ingenio se fusionaron para cumplir un sueño. Los actores principales son dos amigos inseparables que se entendían a la perfección. Uno de ellos se llamaba Víctor Arrieta, un mendocino suboficial del ejército argentino y adiestrador de perros en sus tiempos libres. El otro, Pol, un perro de raza que dejó atónito a más de uno.
¿Cuántas veces hemos escuchado la frase “a este perro sólo le falta hablar”? A Pol no le hacía falta... Porque con tan solo una mirada o una palabra de su dueño, entendía perfectamente lo que se le pedía. Y él lo hacía. Una vez, Arrieta fue entrevistado por José Suárez y contó varias particularidades que era capaz de hacer el can. “Cuando nos reuníamos en casa con otros camaradas y nos poníamos a hablar de fútbol, yo le preguntaba: “¿De qué cuadro somos, Pol?” Iba y traía el banderín de Racing, movía la cola y se paraba en dos patas”, narró el adiestrador.
No sólo le enseñó trucos, ir buscar las llaves del auto, la taza donde tomaba la leche por las mañanas o el diario. También aprendió a jugar al truco. Esta gran excusa le sirvió a Víctor para poder compartir un momento con los jugadores académicos. Todo transcurrió el cinco 5 de octubre de 1969, por la quinta fecha del Torneo Nacional. Racing visitaba por primera vez a San Martín de Mendoza y los lugareños hacían lo que fuera por ver a Perfumo, Basile, Chabay, Díaz y al gran técnico, “Tito” Pizzuti.
Pizzuti no quería saber nada...
El entrenador les había ordenado a los empleados del Motel Demo que no dejaran pasar a nadie para que no molestaran a los jugadores. Sin embargo, llegó el conserje comunicándole a Juan José un pedido poco común: “Afuera hay un hombre diciendo que su perro juega al truco y desafía al plantel en una mano”. Pizzuti no quería saber nada y esbozó: “¡Pero déjese de embromar, hombre! ¿Cómo me va a preguntar esa pavada?”.
Sin embargo, Perfumo algo escuchó. Le preguntó a su técnico que ocurría y este le contestó: “Nada, acá el hombre me dice que en la recepción hay un tipo que tiene un perro que juega al truco y nos desafía una mano”. Entre risas, el Mariscal aceptó el desafío. “Déjelo pasar, maestro, así nos entretenemos un poco antes del partido. Total, a mí en el truco no me gana nadie”, se jactó Perfumo.
El sueño de ver a los campeones del mundo se hacía realidad. Víctor Arrieta ingresaba con su gran amigo, Pol, a una habitación del motel. Allí lo esperaban Wolff, Basile, Chabay, Cárdenas, Rulli, Martinolli, Pizzuti y Perfumo. En ronda, todos escucharon con atención lo que decía el adiestrador de cómo sería la partida y si aceptaban a jugarla. Accedieron, aunque no iba a terminar bien.
La trama secreta
Arrieta, ni lento ni perezoso, contó al diario Correveidile: “Mientras todos miraban, deliberadamente coloqué en la parte de arriba tres cartas que eran el siete de oro, el cinco de oro y el as de basto O sea, 32 de envido. Las puse sobre una mesa para el corte reglamentario y acomodé esas tres cartas de tal manera que les tocara a Perfumo. Las restantes 37 las coloqué boca abajo para que Pol eligiera sus tres reglamentarias. Cuando lo hice muy disimuladamente, me saqué el guante de una mano y toqué las tres cartas que Pol debía olfatear, y que eran las que debía elegir."
El hombre continuó detallando: "A pesar de tener de mano 32 puntos, Perfumo jugó el 5 de oro. O sea, se fue a la pesca. Yo tomé las tres cartas que me trajo Pol y le dije envido. Él contestó falta envido y yo le respondí: si el animal ladra, le da. Al escuchar la palabra, Pol sabía que tenía que ladrar. Y ladró. Perfumo, eufórico cantó 32, pero Pol sumaba 33, ya que había elegido del suelo el 7 de espada, el 6 de espada y el as de espada, las tres cartas que yo le había marcado sin que nadie se diera cuenta, sacándome un guante”.
Nació una amistad
Y sí, el rey del truco cayó ante un can. Para colmo, el encuentro posterior terminó 1 a 1 con los goles de Machado Da Silva y Perfumo, en contra. Un viaje para el olvido del capitán
Ese rato de ocio forjó una gran amistad entre el plantel y el suboficial del ejército, gracias a su fiel amigo, el can. Gracias a él, Víctor fue invitado a participar de la mesa de Mirtha Legrand para contar esta historia. Luego de 13 años de convivencia, Pol dejó a su amo en 1982, meses antes de que Racing sufriera uno de los momentos más triste de su historia: el descenso. Desde ahí, en el criadero de perros, Víctor pasó a tener una plaqueta homenajeándolo por los años vividos. Porque, con el correr de los años, no encontró a un ser vivo igual a él. Arrieta falleció a los 86 años en el 2012, en Mendoza.
Fotos: @correveidilo
Excelente anécdota, con imagen y todo. Una joyita del recuerdo
Muy bueno! El actual Pol al menos jugará bien al truco como aquel?
En este sitio tienen unas anécdotas alucinantes, fantásticas. Los felicito, de todo corazón.