Autores: Agustín Iuele y Nicolás Montalá
La manzana ya lleva un par de mordiscos. Hay hambre. De gloria y de goles en Racing. “¡No voy a salir con esto!”, lanza Darío Cvitanich, mientras deja la fruta para salir del hall del predio de la AFA y bancarse el intenso calor mientras se disparan los flashes. Hace menos de una hora que puso la firma con Racing por 18 meses (con opción a prolongarse seis meses más si la Academia está en alguna copa internacional) y el delantero se prepara para dar su primera nota ya como jugador oficial de la Academia. Pero antes también saluda uno por uno a los pibes de la Reserva. ”Hola, soy Darío…”, se presenta ante los juveniles que lo miran con los ojos bien abiertos. Y con la garganta hecha una lija, pide permiso para agarrar una botella de agua pese a que esté natural. “No importa, necesito tomar agua”, le agradece a uno de los utileros… Ahora si, con el aire y relajado en los sillones, arranca el mano a mano con Olé: “Estoy muy contento con el nuevo desafío. A esta edad es muy importante haber aceptado venir a esta institución. Lo tomo con mucha tranquilidad. Recién es el primer día. Tengo que asentarme bien”.
-¿Imaginábas que a esta altura de tu carrera jugarías en otro club grande?
-En el último año habían surgido algunas chances. Por una cosa u otra no se dieron. Hoy la carrera del futbolista se ha estirado mucho, los jugadores ya se retiran más grandes. Lo más importante es que me siento vigente. Después está la exigencia de cada uno. Yo trato de tomármelo con naturalidad y tranquilidad. Siempre fui así. Por eso se me dio esta oportunidad.
-Como que cosechaste esa conducta…
-Claro, lo tomo como un mimo, un premio. Algo de lo cual debería sentirme orgulloso. Por ahí me lo hace saber más la gente que está alrededor mío. Yo soy mucho más pensante. A veces sigo en esta misma burbuja del fútbol, pero en esta última etapa me prometí poder disfrutar de ser un jugador profesional, venir a entrenarme y, obvio, estar en un grande como Racing.
-Hablás de disfrutar. ¿Es algo que te costó hacer hasta acá?
-Sin dudas. A mis 34 años me propuse algo: quiero disfrutar de un club grande. A eso vine, siempre con las presiones y exigencias del día a día. Me tocó estar en clubes importantes. En Europa o en Boca mismo…
-¿Y por qué ahí no disfrutabas?
-Porque tenía otra edad, otra madurez. Si bien todo fue muy lindo, hoy me doy cuenta de que no me permití disfrutar de esos momentos. Incluso, de los títulos. “Bueno, ya está”, me decía. Como si ser campeón fuera cosa de todos los días, ¿no? Tomaba como algo normal pelear un torneo. Después me di cuenta de que hay jugadores a los que eso no les pasa nunca en la vida. O nunca más podés volver a tener la chance. Por eso, desde que pisé el predio de la AFA, quiero empezar a valorar eso. Y a disfrutar independientemente del resultado.
-¿Un ejemplo de por qué no terminás de pasarla bien en el fútbol?
-Vivía a mil. Les daba mucha bola a ustedes (los periodistas), sin sentido. Pero encontré el equilibrio justo y no necesito demostrarle a nadie quién soy. Todos los días intento mejorar como persona y jugador.
-¿Qué te tentó más de Racing?
-Primero, lo que representa para el fútbol argentino. Después, me hablaron muy bien de lo institucional. Y no me refiero sólo a lo económico, sino que también hablo de los detalles. Cómo me tratan desde que llegué y el grupo que me encontré. La calidad humana de los muchachos. Todo hace que en el día a día te puedas sentir bien. A esta edad, llegar a Racing es un mimo, un premio.
-¿Qué viste de Racing desde Banfield?
-Un equipo muy aguerrido, que presiona y juega muy bien. Corre mucho para atacar y defender. Por algo hizo méritos para estar puntero en la Superliga.
-¿Cuánto influyó en tu llegada que Racing sea serio candidato al título?
-Salir campeón es muy lindo. Lo máximo que puede pasarle a un futbolista. Y si se recorre un camino lindo, mucho mejor. Que Racing sea el puntero no fue el motivo por el que vine. En realidad, fue uno más, seguramente. Todavía hay mucho por jugar. Y bueno… En los equipos donde fui campeón, siempre me propuse ir partido a partido. No podía imaginarme algo que pudiera pasar. Si no, no disfrutaría del camino.
-¿Pero no te genera un cosquilleo la chance de la gloria en tres meses?
-Sí. Todo jugador de fútbol sueña con ser campeón, esté en el lugar que esté. Yo llego en la mitad del proceso, con un grupo armado. Trataré de aportar lo que pueda, cómo pueda, cuándo pueda y dónde pueda para que juntos logremos un objetivo. Pero estoy muy calmo. Ahora hasta debo parecer frío, pero lo tomo así porque yo soy así: de los que van muy paso a paso. Considero que es la única manera. Yo no cuento las cosas antes de que pasen.
-¿Racing está a la altura de Boca y River?
-Es el puntero del torneo… Por el plantel, Racing está a la altura de River y Boca. Esta a la misma altura. Cuando ves los jugadores de este Racing, su futuro y su directiva, te das cuenta de que es un club muy serio, que viene haciendo las cosas bien desde hace tiempo. Racing tranquilamente puede competir con River o Boca.
-¿Te ves retirándote en Racing?
-No me imagino dónde puede llegar a terminar mi carrera. Ni cuándo. Las vueltas de la vida no las sabés nunca. Uno a veces planea cosas y en el medio suceden otras. Ojalá fuera todo como lo pensamos. La vida es esto: ir tomando decisiones. Cuando me fui la primera vez de Banfield, dije que iba a jugar cinco años en otro lado y volvía. Y la vida me llevó por México, Holanda, Estados Unidos… Ahora estoy acá, a los 34 años. Y dije que a los 29 me iba a retirar. Porque pensaba volver de Holanda, jugar un año en Banfield y largar.
-¿Por qué retirarte antes de los 30?
-Era un combo. Crecí con jugadores que no llegaban a los 33 ó 34 años. Ya no podían más y se tenían que retirar. Hoy veo jugadores de 36, 37 ó 38 años en muy buen nivel en el fútbol argentino. Hay una limitación física, pero termina siendo lo mental la que termina definiendo el cuándo.
-¿Vos a qué atribuís que hayas llegado a los 34 en vigencia?
-Empecé a incorporar muchas cosas de grande. Hoy está al alcance de la mayoría de los clubes… Yo crecí con las mesas llenas de facturas y mates. Si el entrenamiento empezaba 9.30, salías 9.28. Perdí años, obviamente. Hoy los chicos son más rigurosos. Yo, desde los 26, empecé a ser más consciente de eso. E hice un cambio grande en todo sentido. Me he dedicado a ser lo más profesional posible en lo que pueda, sin dejar de lado el disfrute. Sin ser preso u obsesivo de algo. El jugador de fútbol, para llegar a competir con chicos de 17 ó 18 años, tiene que trabajar mucho la parte física y la mental.
-¿Qué clase de líder sos?
-Al líder lo hace el grupo. Siempre se marca con el ejemplo más que con las palabras. En mi caso, en Banfield (NdeR: era capitán), siempre me mostré tal cual soy. La despedida fue muy emotiva, el abrazo con cada compañero fue el mejor regalo. Después, toca conformar distintos grupos y uno se muestra tal cual es. No diferencio mi vida futbolística de la persona.
-La gente ya espera tus goles, ¿cómo convivís con esa presión?
-Sé lo que me tocó hacer en toda mi carrera. Hacer goles es lo más lindo para un delantero. Lisandro y Churry están haciendo un torneo bárbaro. Cristaldo llegó como una apuesta y se mató por jugar. Va a ser una competencia linda y sana. Será importante desde el que recupere la pelota hasta el que termine la jugada. Trataré de hacer lo mismo que en todos los clubes.
Darío, con la 20 en la espalda, ilusiona. Y se ilusiona. Paso a paso, a lo Mostaza.