Estaba muerto. No había chances. ¿O me vas a decir que apenas terminó el primer tiempo estabas pensando en que Racing lo iba a dar vuelta? 0-2, con un jugador menos y jugando pésimo. Había tan poco fútbol, tan poca dinámica, que parece un milagro que la Academia haya terminado el sábado feliz. Muy feliz. Pareció acordar al de 2014, con el tiro libre agónico de Bou, con muchas adversidades.
Algo pasó en el vestuario del estadio de Quilmes. Aun en inferioridad numérica, el equipo fue otro. Fue a quemar las naves, sin pudor, y lo pasó por arriba al Cervecero. Bou fue Bou, el Huevo el volante de Selección y Cuadrita el mismo factor X que dio vuelta el juego ante Godoy Cruz. Hay ilusión, claro. Tu puteada se volvió grito de gol. Si apagaste la tele, resignado, te cuento que Racing ganó 3-2. No es chiste. Lo empató de arranque, después se cerró atrás y lo liquidó de contra. Vamos, al menos, por los puestos de la Libertadores. Estos tres puntos parecen otro guiño del destino. Cocca tiene algo. Suerte, quizá. Pero cuando parece muerto siempre tiene un latido más. Ganó Racing. El Racing de los milagros.