Además de su etapa en la Academia, Pablo Lugüercio también habló sobre su actualidad en Estudiantes. A los 36 años, la posibilidad del retiro, el nuevo trabajo que lo apasiona y alguno de sus gustos.
-¿Hasta cuándo el Lugüercio jugador?
-Estoy disfrutando del momento. Soy muy consciente de que el retiro está por venir. Lo vengo viendo hace un par de años. Siempre, por una cosa u otra, sigo un poquito más porque me convence el momento, el lugar. Las ganas yo las tengo, pero es una realidad que el tiempo va pasando y la dinámica es otra. El fútbol requiere de renovarse. Y bueno. Hablo bastante de lo cotidiano tanto con el Flaco Alayes (manager de Estudiantes) como con la Bruja (Verón, el presidente). Tengo la suerte, también, de que el técnico sea el Chino Benítez. Es un amigo de toda la vida. Siempre consultamos y vemos qué es lo mejor para el club.
-¿Podés retirarte a fin de año?
-Sí, quizá mi retiro se dé en diciembre. O tal vez siga un poquito más (NdeR: tiene contrato hasta junio próximo). Dependerá mucho de lo que el club necesite, más que nada, y no de las ganas que tenga yo.
-¿Qué te dice la famlia?
-Ellos me dan ganas de seguir, pero yo lo vivo... Hace tres meses me recibí de coaching deportivo. Y estoy ahondando en esa parte en el club, con mis compañeros y con Raúl Salas, que es el coaching del club. Estoy en un lindo proyecto paralelo, también en una empresa de acompañantes de futbolistas. La verdad es que eso me tiene atrapadísimo.
-¿Cómo es tener de presidente a un manager y técnico, todos amigos tuyos? ¿Cuánto influye para que sigas jugando?
-Tiene que ver con que me conocen. Saben lo que soy no sólo como jugador, sino también como persona. Cuando uno llega a cierta edad, se tiene que ir poniendo en el lugar de otros y no querer seguir compitiendo a igualdad de los chicos. Hay que ponerse en un rol más de apoyo, de formador. Eso es una faceta que tanto Sebastián como Alayes saben que les puedo dar. Pero no tiene que ver con que, por la amistad con ellos , me den un lugar.
-¿Y en lo deportivo cómo te sentís?
-Lo que me tocó jugar en esta parte del torneo, lo hice bien. Creo que estuve a la altura, jugando Copa Libertadores también. Eso me pone contento porque me siento útil desde lo deportivo.
-¿No vas a hacer el curso de técnico?
-No, la verdad que eso no me gusta. Siempre lo dije. Creo que el técnico tiene una responsabilidad sobre sus espaldas: la alegría de la gente. Nunca me llamó la atención. Hoy hago lo que me apasiona. Y en ese deseo, como coaching, encontré lo que me vincula con el fútbol. Es algo nuevo que me tiene muy contento.
-¿Ya ves todo con ojos de coaching?
-Sí, porque ya estoy trabajando a la par con el coaching del club, haciendo sesiones con compañeros. Obviamente es una posibilidad que me da este club. Siempre trato de apoyar a todos para que puedan lograr su mejor versión, con los hábitos que se necesita en el fútbol para ir mejorando. Apuntamos más a la persona. Y al mismo tiempo nos suma para el equipo. Ya veo todo desde ese lugar. Estoy disfrutando de todo este último proceso.
-¿Qué cambió futbolísticamente de aquel Lugüercio al actual?
-Yo me doy cuenta... Disfruto mucho porque no soy un negado. No quiero buscar el mismo rendimiento que alcancé en Racing. No tengo la misma velocidad ni dinámica. Ser consciente de eso hace que potencie otras cosas: buscar los tiempos, cuándo hacer algo y cuándo no, estar mejor ubicado para estar más cerca de la pelota cuando se la pierde pensando en una posible recuperación... Ya voy viendo el fútbol de otra manera. A esta edad (36 años) sigo intentando aprender cosas. Es imposible que vuelva al Lugüercio de Racing por el tiempo.
-¿En Mar del Plata hacías surf en el tiempo libre?
-Sí, era espectacular. Y con el rock, cada vez que puedo, me junto. Tengo amigos: los chicos de Super Ratones, con Los Estelares... Tenemos una linda relación. Vamos aprendiendo juntos. Yo les hablo un poco de fútbol y ellos de música.
-Hablando de rock. Eras muy amigo de Person, el líder de Super Ratones. ¿Cómo viviste esos días y su fallecimiento?
-Lo de Person es algo que nos golpeó a todos los que lo conocíamos. Era un chico extraordinario a la hora de las emociones. Yo lo pude acompañar, estuve cerca suyo porque justo yo estaba jugando en Aldosivi y el era era de Mar del Plata. Yo también era muy amigo de su hermano, teníamos una bandita y tocábamos. Fue bastante duro, pero es parte de la vida.
-¿Lo ayudaste económicamente?
-Cada vez que uno tiene la posibilidad de ayudar, es algo habitual, me parece...
-¿Cuando dejes el fútbol profesional vas a seguir jugando con amigos?
-Noooo, noooo. Ni cerca. No hay chances. Ahora estoy sacando todo lo que tengo, ja, ja. En los picados los puedo acompañar desde afuera. Los miro, preparo el asado, eso sí. Pero jugar, no.
-Pareciera que no te gusta el fútbol...
-Yo disfruto de levantarme a la mañana, ir a la práctica, estar con los chicos en el vestuario, la entrada en calor con muchas risas en el loco, los trabajos del campo... A mí me gusta jugar, estar en una actividad. Si me ponés a ver un partido, me matás. Lo puedo ver 10 ó 15 minutos, pero después me pongo a boludear, a hacer otra cosa. No me llama la atención ver un partido: ni de la Selección, eh. Del último Mundial vi muy poquito. Por ahí, sólo para acompañar a Iván (su hijo). Jugar siempre fue mi pasión, pero mirar no. Antes tenía una presión que no sabía manejar, pero hoy tengo las herramientas adecuadas.
-¿Entre un recital de los Stones y el River-Boca del domingo, qué elegís?
-Voy al recital, no lo dudo. Es más. En un momento, cuando estábamos en Santa fe concentrados con el Tanque (Pavone), le pregunté cuándo se jugaba la primera final. "Pablo, acaba de arrancar", me dijo. El Tanque se mira todo. Sabe los horarios de todos los partidos de cada país, quiénes son los goleadores de todas las ligas del mundo, los nombres, dónde nacieron, las edades. Es increíble. Pusimos el clásico por la tele y de refilón lo iba chusmeando. Un domingo a esa hora no había otra cosa para ver.