Mamita, qué sufrimiento. Término de viejas épocas pero con final positivo de los nuevos tiempos. Hubiese sido injusto no sólo perder el partido, sino empatarlo. Teníamos en contra ese arquero, que por momentos parecía Cejas y Fillol juntos en sus mejores épocas, pero a favor el pensamiento futbolístico de un técnico de cepa pingüino leprosa que abrazaba el punto como si fueran seis y ni hablar cuando tenía los tres en el bolsillo. Este hermoso deporte nos muestra todos los fines de semana que si no la embocás, lo padecés, y eso fue lo que nos faltó en el primer tiempo. Racing fue para adelante, tocaba, hacía circular la pelota, a veces desordenado, pero faltaba puntería o había arquero. Y si con Belgrano (y hasta que no vuelva) EXTRAÑAMOS a Licha, ayer nos dimos cuenta que Romerito se fue sin dejar heredero. Nos falta un jugador que meta ese estiletazo doloroso o que te diga 'tomá y hacelo (¿será el pibe Cuadra dentro de un tiempo?)', pero a falta de Licha y el Huevo, ayer sobraron huevos y superBou volvió a aparecer. Ese Patoruzú que es capaz de fabricarse toda la jugada y dejarnos afónicos después de que el Pulpo nos diera la esperanza, esa que en estos tiempos positivos nunca se pierde. Y ahí la torta, el champagne y las velitas reaparecieron en la mesa y me sentí borracho... me 114.