Con la misma soltura con que se proyectaba sobre el andarivel izquierdo, Sergio Miguez, el Pato, inicia un repaso de sus dos ciclos en el club a finales de los '80 y principios de los '90. Verdadero racinguista de alma, dejó un grato recuerdo en una época brava del club y hoy, ya sin el pelo largo, las muñequeras ni las calzas que lo caracterizaban en su época, tiene un rol en Futbolistas Argentinos Agremiados.
-¿En qué barrio naciste y cómo empezó tu amor por la pelota?
-Nací en San Isidro, donde todavía vivo. En Beccar, para ser más preciso. En casa éramos cuatro: mis viejos, mi hermana menor y yo. Desde muy chico ya jugaba baby fútbol en los clubes de barrio. Primero pasé por el Atlético Beccar y luego anduve por Independiente de Beccar. A mis siete años fui a acompañar a un primo a probarse a River. Uno de esos días de prueba faltó un chico a una práctica y me dijeron si me animaba a jugar. Desde ese momento le avisaron a mi tío que siguiera yendo al club, pese a que era muy pibe como para meterme en alguna categoría. Y de esa forma, casi sin saberlo, comenzó mi carrera como futbolista
-Pese a que arrancaste de chiquito en River, siempre simpatizaste por Racing…
-Sí, eso tiene que ver con que mi viejo era hincha de Racing y ya desde la cuna me habían mostrado esos colores. Si bien él no era fanático de ir a la cancha, recuerdo que me compraba las camisetas y seguíamos los partidos por radio o por tele, cuando pasaban alguno.
-¿Jugaste siempre de defensor en las Inferiores?
-En realidad siempre fui puntero por la izquierda, una especie de wing bien abierto. Me encantaba ser delantero y lo hice hasta la Reserva prácticamente. Ahí me agarró Nano Areán, la mano derecha del Bambino Veira, y me pidió que jugara de lateral. Con el correr de los partidos terminé asentándome en el puesto. Imaginate que de ídolos como delanteros los tenía al Negro Ortiz y al Loco René Houseman. De todas formas te digo que no me costó tanto el traspaso de delantero a defensor, porque jugando como número tres tenía toda la franja por delante, para poder pasar al ataque y sorprender. Me gustaba tener todo el panorama por delante.
-¿Cómo surgió tu apodo Pato?
-No tengo de segundo nombre Patricio ni nada por el estilo, como alguna vez escuché, sino que cuando era chico también tuve una pequeña incursión en el arco de un club llamado Cultural de Don Bosco. Recuerdo que jugamos un partido contra unos chicos más grandes y me tapé todo, a tal punto que cargándome me decían que sacaba todo como Fillol, de ahí salió. Igual, cuando recién di mis primeros pasos en Primera y me preguntaban por el apodo, como me daba vergüenza la comparación en el arco con Fillol, decía que me encantaba el agua, la pileta y zafaba, ja.
- Debutaste como futbolista en la Primera de River en el 1986. ¿Qué te acordás de aquel momento?
-River tenía un equipazo que ganó absolutamente todo. Yo integraba el equipo “muletto” que jugaba mientras los titulares disputaban la Copa Libertadores y luego la Copa Intercontinental. Mi debut fue nada más y nada menos que en la Doble Visera, contra Independiente. Yo tenía de compañeros a Troglio, Gorosito, Caniggia, Goyochea, Patricio Hernández...
-Sin demasiada continuidad en Núñez, te fuiste a jugar a Instituto de Córdoba. ¿Cómo fue eso?
-River me prestó primero a Instituto de Córdoba, que estaba en Primera División. Y después, cuando terminó ese préstamo, me cedió a Colón de Santa Fé, que estaba en el Nacional B. Una vez que retorné de Santa Fe, en River estaba como técnico Mostaza Merlo, a quien no llegué a tenerlo como entrenador porque el club había decidido darme el pase libre.
-En ese momento apareció Racing en tu carrera. ¿Cómo se dio tu llegada?
-En Racing como técnico estaba Pedro Marchetta a mediados de 1989. Solía mirar mucho los partidos de Colón, porque tenía algunos amigos en el equipo de Santa Fe y de ahí ya me seguía. Es fue el que me pidió para venir a Racing. Cuando llegué estaba Jorgito Reinoso. Si bien Coco era lateral derecho, podía jugar también por izquierda y también Carlitos Olarán, que había sido importante en el equipo que había ganado la Supercopa el año anterior. También empezaba a asomar el Tanito Distéfano, un par de años más chico, pero mostraba buenas condiciones. Yo había tenido un par de ofertas de Huracán y de Ferro, pero no dudé en hacer fuerza para llegar a Racing porque, como te dije, a mi me tiraban mucho los colores desde que nací.
-¿Cómo fue tu primera vez con la camiseta de Racing?
-En un partido contra Talleres de Córdoba, que se jugó en el Cilindro. Yo fui al banco de los suplentes, entré en lugar de Medri como volante por izquierda y a los pocos minutos que ingresé, se desgarró Olarán y ahí pasé a jugar como lateral por izquierda. Fue algo inolvidable mi primer partido como jugador de Racing porque pude sentir y palpar el entusiasmo de las tribunas, el empuje, la energía de la gente... Una cosa de locos.
-Integraste plantel con grandísimos jugadores en ese primer ciclo en el club. ¿Qué jugador fue el que más te deslumbró?
-La verdad, tuve compañeros de lujo en aquel Racing. Rubén Paz fue un futbolista extraordinario y un grande como persona. También tuve la suerte de conocerlo a Néstor Fabbri, con quien en la actualidad somos concuñados y tenemos una gran relación. Después había un montón de chicos que estaban dando sus primeros pasos y también se acoplaban muy bien. Ese equipo hizo muy buenas campañas en los campeonatos locales, pero no pudimos sostener los buenos comienzos en los torneos
-¿Por qué motivo te fuiste de Racing a mediados de 1991?
-Fue un cúmulo de cosas. Yo en Racing estaba a préstamo con opción de compra. En el club la situación económica no era la mejor y entendí que, por las necesidades que yo tenía con mi familia, necesitaba cierta estabilidad en algunas cuestiones. No tenía la mejor relación con Pistola Vázquez, que era el ayudante de campo de Roberto Perfumo, nuestro técnico en ese momento. El tema con Pistola se había puesto tirante después de aquella recordada definición por penales contra Boca en la que Coco Reinoso cambió el perfil sobre la marcha para distraer a Navarro Montoya. En la semana previa a ese partido, en los entrenamientos se practicaban mucho los penales. Y Vázquez me venía chicaneando de que yo no podía patear penales, de que los iba a errar si pateaba, que ni siquiera practicara. Yo después de esas chicanas le dije a Pistola que no me hacía falta practicarlos y que si convertía algún penal en alguna definición, se lo iba a dedicar a él. La cuestión es que me tocó patear contra Boca, lo erré y de la bronca que tenía lo fui a buscar a él para decirle de todo, fue un claro error mío de juventud e inexperiencia. Eso fue lo que terminó rebalsando el vaso, pese a que el presidente Juan De Stéfano no quería dejarme ir a jugar a Mandiyú.
-Te fue muy bien en Corrientes y a los dos años regresaste a Racing.
-Sí, allá se había armado un gran equipo, con jugadores de experiencia. Había un par de uruguayos, un par de paraguayos y terminamos armando un campañón. A Racing retorné a mediados de 1993, yo seguía en contacto con Juan De Stéfano, que cada tanto me decía que yo tenía que volver al club, que él me quería. Con la llegada de Babington en junio de ese año, que ya me había pedido para llevarme a otros clubes, decidí regresar.
-Aquel equipo realizó un muy buen Torneo Apertura, que se les escapó por poco sobre el final…
-Teníamos un muy lindo equipo y, además, compuesto por muy buena gente. Estaba el Turco García, Mariano Dalla Líbera, Adriancito De Vicente. Con el Loco y Adrián ya nos conocíamos desde River y siempre íbamos los tres juntos al entrenamiento en la camioneta Pathfinder del Loco, que manejando era un peligro, ja. El ambiente del día a día era inigualable en aquel grupo. Ese torneo lo veníamos peleando bien arriba, hasta que se nos escapó un partido imposible contra Ferro de local, y ahí nos pinchamos.
-¿Cómo te llevabas y qué recuerdos tenés con De Vicente?
-Adrián era un pibe espectacular, lleno de alegría y entusiasmo. Sentí muchísimo su partida porque lo conocía mucho de chico y tengo los mejores recuerdos de él. Fue un golpe durísimo.
-¿Qué podés decir de Carlos Babington como entrenador?
-Un tipo muy capaz, rodeado de un gran cuerpo técnico y que también se apoyaba mucho en los jugadores de experiencia. Nos faltó un poco en el sprint final para poder coronarlo con un título. Cada vez que me cruzo con Babington en alguna cancha, nos damos un abrazo.
-¿Cuál considerás que fue tu mejor partido entre tus dos ciclos en Racing?
-Seguramente alguno de mi primer paso por el club. Yo considero que mi nivel fue mayor entre el año 89 y el 91. Jugué un gran partido, por ejemplo contra River, un día que les hicimos cinco goles y el Betito Carranza también la rompió.
-¿Fue una cuenta pendiente no haber convertido un gol con la camiseta de tus amores?
-Ja, me hubiera encantado, pero siempre se me cerraba el arco. De todas maneras me conformo con haberle dado un par de asistencias al Turco García.
-Fuiste uno de los pioneros en imponer las calzas por debajo de los pantalones cortos Pato…
- Y así eran los 90. No sólo las calzas, sino que también las acompañaba con muñequeras en los brazos y siempre pelilargo con colita alta para correr más cómodo. Así como hoy están de moda los tatuajes en los futbolistas, en aquella época había que marcar tendencia, ja.
-¿Qué tan desordenado estaba Racing en lo institucional en la época que vos jugaste?
-Era una época fulera en el club, existían atrasos con los pagos, incumplimientos en los hoteles donde nos alojábamos, atrasos en los predios donde entrenábamos. No era fácil jugar en Racing por todas estas cosas. Lo que tenía De Stéfano, que era el presidente, es que si bien a veces lo querías matar, era un tipo muy frontal y trataba de serte sincero hasta cuando no ibas a cobrar. Sé que muchos compañeros no la pasaron bien en su gestión, yo soy de los que piensa que el tipo, con sus virtudes y defectos, quería y dejaba todo por Racing.
-¿Cómo era la relación con la barra del club? ¿Sufriste alguna apretada alguna vez?
-En líneas generales no teníamos grandes problemas. En mi experiencia personal te puedo decir que una sola vez recibí un cachetazo de un integrante de aquella Guardia Imperial, ni bien había llegado al club. Veníamos de perder un partido y en la semana cayeron los muchachos, algo embebidos de cerveza por así llamarlos. Uno de ellos quiso amedrentarme, pero el resto de quienes lo acompañaban lo frenó y lo sacaron diciéndole que no se la tenía que agarrar con los pibes. Después a esos mismos pibes los veíamos en todas las canchas acompañando al equipo.
-¿Qué tenían de especial esas famosas picadas de aquellos planteles con Tita Mattiussi?
-Lo que tenían de especial era que se habían transformado en un ritual para cada uno de los planteles que integré. No importaba si ganábamos, si perdíamos, siempre queríamos estar ahí con ella compartiendo momentos. Tita le ponía a todo una sonrisa y nos hacía esas picadas meriendas increíbles. Esas cosas te quedan grabadas para siempre.
-Terminaste alejándote del club a mediados de 1994.
-También me fui por el tema de que se me terminaba el contrato. Siendo autocrítico, mi nivel en ese último año en el club no había estado a la altura de lo que había mostrado en mi primera etapa. Siempre le seré un agradecido a Racing y un privilegiado por haber podido vestir la camiseta del club del cual soy hincha.
-Te fuiste a Platense, donde ahí estaba dando sus primeros pasos un tal Eduardo Coudet…
-Ja, exactamente. Ya desde el vamos se lo notaba que era un loco lindo, siempre lo fue. Un problema que tenía es que en ese momento él usaba el pelo largo y ya estaba Passarella en la Selección y a veces venía Gallego, a quien yo conocía de River, a las prácticas a recomendarle que se cortara el pelo para tener más chances de convocatoria. Yo al Chacho le decía que no se preocupara por el pelo largo. Yo también lo usaba así, pero me parece que le pifié en el consejo porque nunca lo convocaron, ja. Un pibe muy sano en todo sentido Coudet. Y ya te dabas cuenta de que entendía muchísimo del juego.
-Tuviste un breve paso por San Martín de Tucumán. ¿Cómo es jugar en la Ciudadela, el estadio que visitará Racing en su próximo partido?
-Estuve un año en el Ciruja, como le dicen en Tucumán. Fue una buena experiencia, aunque tengo que admitir que aquel equipo que se había armado para pelear el ascenso terminó decepcionando a todos en aquel arranque de la B Nacional. La gente allá es muy pasional y no es como en otras provincias que hay gente de Racing, de Boca o de River. En Tucumán son todos de San Martín o de Atlético, y así te lo hacen sentir. Los alambrados en aquella época estaban muy pegados al campo de juego y te comías cada escupitajo... Te escuchabas todos los insultos habidos y por haber. Te hacen sentir el rigor el hincha tucumano en general.
-Terminaste retirándote como profesional en el Columbus Crew de Estados Unidos. ¿Cómo fue esa experiencia?
-La verdad, fueron lindas esas vivencias. Aquella liga estadounidense no tenía tantas luces como la de ahora y había costumbres que te hacían sentir como que estabas en otro planeta. Por ejemplo, el tema de que tenías libre la noche anterior al partido. En aquel equipo de Columbus jugaba Doctor Khumalo, que había tenido un paso por acá en Ferro. Yo pensé que iba a estar muchos años en la tranquilidad de Estados Unidos, pero tuve una lesión importante, cumplí lo que restaba del contrato y regresé al país. Al volver para acá, tenía algunas ofertas de equipos del ascenso argentino, pero andaba con pocas ganas de renegar y decidí colgar los botines.
-¿Cómo te las rebuscaste el tiempo después de ser futbolista profesional?
-Tuve la suerte de enganchar algo al muy poquito tiempo y conocer una persona importantísima como Guillermo Marín, un hombre que se encargaba de un sinfín de eventos. El me ofreció trabajar con él, participar en la producción de los eventos, de la grabación de comerciales, principalmente de una reconocida marca de gaseosas. Yo era quien gestionaba para conseguir los actores. Una de las principales tareas que tuve fue coordinar con Ronaldinho, el brasileño, para filmar una propaganda en Los Angeles. Armé un comercial con él. Fue un tiempo que me la pasaba viajando de aquí para allá y eso me ayudó para ir cerrando la etapa de futbolista.
-¿En la actualidad seguís ligado a la organización de eventos y grabación de comerciales?
-No, con Guillermo Marín estuve trabajando como 10 años, hasta el 2008 si no me equivoco. Siempre le estaré agradecido a su persona por lo bien que se comportó conmigo y las puertas que me fue abriendo. Luego me junté con Néstor Fabbri y un tiempo fuimos, si se quiere representantes de jugadores. Nos dimos cuenta al poco tiempo de que, quizá, no era una actividad para nosotros. Luego me abrí un comercio y paralelamente empecé a dar una mano en Futbolistas Argentinos Agremiados. Soy parte de la Comisión Directiva de Agremiados desde hace más de 10 años. En Platense conocí al Turco Marchi, me hice muy amigo y con el tiempo me fue gustando el tema de defender los derechos del futbolista.
-¿Cuál crees que es el mayor logro que ha tenido Futbolistas Argentinos Agremiados en estos últimos años?
-Sin lugar a dudas, el gremio ha crecido ayudando a los futbolistas. Gracias a la existencia del mismo, se reguló muchísimo el tema de los atrasos salariales, incumplimiento de contratos y demás. Yo creo que en mi casa aún debo tener algún documento de pago de Juan De Stéfano, ja. Creo que a través de Agremiados el futbolista el jugador tiene la posibilidad de reclamar sus derechos como trabajador, cosa que antes se dificultaba bastante.
-¿Solés ir seguido al Cilindro? ¿Qué te parece este Racing del Chacho?
-Cuando puedo, voy. Tengo a mis dos hijos que son hinchas también de la Academia y vamos con Fabbri. Me gusta mucho el equipo y, asociándolo con mi época de jugador de la institución, te puedo decir que una de las principales cosas que logró Chacho es sacar un poco esa ansiedad de la gente, esa ansiedad que históricamente existió en el Cilindro y que te hacía casi por inercia ir a buscar siempre desaforado el resultado. Muchas veces a cometer errores. Hoy veo que el equipo tiene una claridad de juego y que no se pone colorado por tardar un par de pases más en cruzar con pelota dominada la mitad de la cancha. Tiene otra tranquilidad, otra templanza y ha logrado una comunión con la gente.
-¿Creés que el equipo todavía tiene una cuenta pendiente con los partidos denominados importantes?
-Esos partidos siempre son los más difíciles. Si bien es cierto que se recibió un golpe duro en la Copa Libertadores contra River y algunos partidos fundamentales en el semestre pasado, a mí me gusta la estructura del equipo, el recambio con el que dispone el entrenador. También banco mucho al Chacho como técnico, lo veo muy astuto .
-¿Hay algún jugador de Racing en el último tiempo que se asemeje a tus características de cuando eras futbolista?
-Es difícil el análisis. En mi época de jugador todavía no se acostumbraba tanto a que los laterales se soltaran y llegaran con frecuencia al arco rival. A mí me encantaría jugar en el fútbol de hoy, porque yo era de desprenderme con pelota dominada, aunque siempre me ligaba algún reto de algún compañero o del mismo técnico por descuidar la espalda. Hoy al lateral no se lo ve sólo como un marcador de punta, sino que ya es una alternativa de ataque y en eso lo veo muy bien a Mena, que pasa por la izquierda con muchísima convicción.