Hay respuestas que se interrumpen. Se nota que del otro lado del teléfono hay una voz en movimiento. De pronto se escucha un grito. Después una indicación. Racing de Alma se comunicó con Perico Ojeda en pleno ejercicio de sus funciones. Desde Mendoza, donde trabaja con chicos en el club La Gloria, el ex extrovertido delantero de la Academia acepta la entrevista de este portal. Ya sin contacto con el club más importante por el que pasó -sólo algún utilero queda en la lista de su teléfono- al grandote le gusta recordar su paso por aquel inolvidable equipo formado por Latorre, Matute Morales, el Mago Capria y Bezombe, que tan buen fútbol desplegó de la mano de Ángel Cappa en el banco de suplentes.
-¿Qué es lo primero que se te viene a la mente cuando te nombran a Racing?
-Lo primero es la hinchada, la mejor de Argentina. Recuerdo que después de haberme ido del club, al tiempo me tocó ir al Cilindro con Talleres. La hinchada me ovacionó y me regalaron un banderín. A mí, Racing me dio todo... Me cumplió el sueño de chico de poder jugar en la Primera de Buenos Aires...
-¿Y lo que más recuerdes?
-La gente me recuerda mucho un partido contra Vélez. Todos me preguntan qué me dijo Chilavert... La realidad es que le saqué una pelota, me le paré de frente y no pasó más nada... Después me enteré que preguntó quién era yo, que no me conocía nadie, ja... Con el tiempo se transformó en una linda anécdota... Eso y el repasar a todos los grandes jugadores con los que jugué.
-¿Cómo se dio tu llegada a Racing?
-Me acuerdo que mi representante me llevó a una prueba en la pretemporada. Yo venía de Instituto de Córdoba. Tuve la suerte de que pude hacerle un gol a Gastón Sessa, bajé un par de pelotas y justo estaba Daniel Lalín, el presidente. La verdad es que anduve bien y él me dijo que quedara aunque el técnico no me había pedido...
-¿Y fue complicado al principio?
-El primer día me sentí aplastado porque no me conocía nadie, pero después te vas acomodando y sintiendo cómodo. Terminé jugando como si Racing hubiese sido el club de toda la vida. Yo venía del Interior y me acuerdo que me ayudó mucho el Coco Reinoso. Él me iba a buscar al hotel porque todavía no tenía el auto.
-Dejaste un buen recuerdo más allá de no haber jugado tanto...
-Es que yo dejaba la vida en la cancha y la gente se da cuenta de eso... Era grandote (mide 1,96), pero con buena técnica y velocidad. Tenía tranco largo, la tiraba para adelante y le ganaba al defensor... De eso seguro se acuerda la gente... Lástima que no tuve la suerte de salir campeón.
-Hoy es otro Racing...
-Ni hablar... Nosotros teníamos que ir a cobrar a La Plata porque estaba la Ripoll... Además, hoy es otro deporte. Ojalá hubieran pagado lo que pagan ahora, ja...
-¿Te ves en la necesidad de trabajar?
-Tengo dos casas y un departamento. Pero hay que trabajar porque la plata se acaba. Yo no tengro problemas, vengo acá a trabajar hace 10 años con los chicos y me encanta. Los puedo sacar de la calle, enseñarles que hay que estudiar y después si se puede ser jugador... En la zona hay muchos tiros y droga... La Municipalidad de Godoy Cruz nos ayuda.
-¿Vos te ves reflejado en esos chicos?
-Yo nací en San Luis, pero ya de chiquito quería ser jugador. Fui arquero, la verdad es que no me importaba ninguna posición más que llegar... Pero sin dudas que me di cuenta de que era mejor delantero... A los 19 años me compró Gimnasia de Mendoza y ahí empezó todo.
-¿A Numancia te fuiste por la plata?
-Sí... Me dolió mucho irme de Racing. Armé el bolsito y le dije a mi viejo que me iba. No sabía ni adónde llegaba... Pero la vida del futbolista es así... No fue tan difícil, porque Numancia es un pueblo de 50.000 habitantes y jugaban en Primera. Con el idioma no tuve problemas. Encima estaban Manusovich, Fagiani y el Cabezón Marini.
-¿Seguís jugando al fútbol?
-No, ya no... Estuve en el equipo Senior de Gimnasia pero dejé. El físico lo había perdido, pero no las mañas, ja... Ahora sólo me dedicó a entrenar a los chicos que es lo que más me gusta.
Foto: Diario Los Andes.